*Boquería

Como en cualquier bar de tapas que se precie, no corrresponde esperar al camarero antes de tomar asiento en Boquería. Lo adecuado es entrar, ocupar una mesa directamente y aguardar a que algún camarero aparezca de inmediato. La carta del chef y empresario Marco Vidal incluye una tentadora variedad de platos españoles, en su mayoría rescatados de Cataluña, su tierra natal. Unas palabras de precaución para aquellos neoyorquinos a quienes guste cenar a altas horas: pese a que Boquería permanece abierto hasta la medianoche, la cocina cierra a las diez y media, y el restaurante se torna desolador a partir de las once (en contraste al júbilo que impera una hora antes). ¡Estaba abarrotado cuando cenamos a las diez de la noche de un lunes! Pedimos algunas recomendaciones a la camarera, quien sugirió los Dátiles con Beicon, las Bombas de Barceloneta y los Pintxos Morunos. Finalmente nos inclinamos por los dos primeros, a lo que sumamos unas Patatas Bravas.

Pese a que los dátiles -rellenos de almendras y queso Valdeón y envueltos en beicon- sugerían una deliciosa mezcla de dulce y saldo, debo admitir que no me gustaron. La textura, muy rica y cremosa, empeoraba aún más el enfrentamiento entre la dulzura del dátil y el potente sabor del queso azul: agradecí la escasez de la ración, de apenas tres unidades que me costó terminar.

Las patatas bravas acababan de salir de la sartén y desprendian un aroma estupendo. Casi todas las guías recomiendan esta tapa -en la mesa de al lado lo habían pedido- así que decidimos probar suerte. No nos arrepentimos. Trajeron un pequeño plato de crujientes cubos de patata, acompañada con alioli –mayonesa de ajo- y salsa brava –salsa de tomate picante-: estos ricos sabores complementarios nos dejaron con ganas de repetir. Las patatas bravas superaron nuestras expectativas, y resultaron ser la cima gastronómica de la velada.

Las Bombas de Barceloneta llegaron a la mesa diez minutos más tarde que el resto de tapas: dos croquetas rellenas de ternera y patata, regadas con un toque de alioli y salsa brava. Pese a que su presentación era impecable, la calidad de la ternera resultó decepcionante. Sin embargo hay que admitir que en conjunto estaban sabrosas.

Merece la pena probar la sangría en cualquier restaurante español. Boquería la prepara con vino tinto, blanco o rosado. Elegimos esta última, que conjugaba maravillosamente con el sabor de las tapas. Además venía aderezada con uvas (la sangría básica sólo lleva manzana y naranja), lo que resultó en una agradable sorpresa.

Recomiendo Boquería a cualquier persona que busque una experiencia gastronómica diferente. Sin embargo, es mejor ir a mediodía. Las raciones son pequeñas pero caras, y por unos cuantos dólares más de lo que cuestan una tapa es posible degustar un bocata hasta las tres de la tarde, acompañado de patatas bravas y una ensalada.

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